PostaData Nro. 4 "Quereme así, piantao"


Quereme así, piantao

La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo

diferente forma.
Johann Wolfgang Goethe (1749-1832)

¿Y quien te dijo que no estás loco?
Quizás no estés loco “hoy”, quizás tampoco mañana. Pero si te agarraramos de las narices, tal cual sos hoy, y te pusiéramos 50 años atrás, o 100, ¿lo estarías?.
Suponte que no te movemos de tiempo, pero que simplemente no estás de acuerdo con ciertos parámetros que la sociedad persigue, en este caso para finales de siglo XIX, igualmente, serías un loco.
Hasta el siglo XIX se designó como locura a un comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas. La palabra locura viene del latín vulgar “delirare” que significaba originalmente en la agricultura “salirse del surco recto”.
Por esos tiempos apareció un tal Freud, su inconsciente y la división de las psiquis, para tratar de entender los comportamientos del cerebro humano. Pero ni él, ni Lacan, ni los fármacos, ni los electroshocks, ni aun hoy, los científicos, pueden encontrarle una razón o una cura a las enfermedades que hasta hoy están consideradas “locura”.

Los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios”.
Carlo Dossi (1849-1910)

Algunos dicen que los genios son locos. Otros, simplemente que los locos son mas “apasionados” por las cosas que hacen. Pero en definitiva, todo termina girando sobre lo mismo. El inconformismo, el sentirse fuera de un todo, el buscar una vía de escape hacia la libertad. Y eso fue lo que les pasó a varios artistas en su época, ya sea pintores, escritores, músicos.
Janis Joplin (1943-1970) fue una cantante de rock and roll y blues caracterizada no solo por su voz sino por su espíritu rebelde. Fue un símbolo femenino de los 60.
Desde muy joven fue la chica rebelde del rock and roll. En el primer año del instituto fue una marginada de sus compañeras de clase por ser “amiga de los negros”. Y tan solo con 17 años empezó su carrera en la música. En 1963 comenzó su camino en las drogas y en el under del rock y el blues, y cuando en 1965 iba a casarse y renunciar a esa vida, fue abandonada por su prometido, lo cual, dicen, marcó el resto de su vida para siempre. En 1968 y contratada por Bob Dylan lanzó su primer disco que se convirtió en disco de oro pasado solo un mes de su puesta en venta. En el 69, y ya casi perdida por la heroína, relataba en entrevistas “hago el amor con 25000 personas en el escenario y luego vuelvo a casa sola”. En los setenta, cuando ya se la pensaba fuera de las drogas luego de un viaje para desintoxicarse, la encontraron muerta por una sobredosis de heroína, luego de 18 horas.
María Soledad Rosas, mas conocida como Sole, inició su vida en 1974. Nacida y criada en Barrio Norte (ciudad de Buenos Aires), en una típica familia conservadora, y asistiendo a los mejores colegios privados de la zona fue una perdida mas en su propio mundo.
Aunque a su madre le costó que terminara el colegio secundario, Sole le prometió cumplirlo y así fue. Luego, a pesar de anotarse en la facultad y de no necesitar trabajar para vivir, comenzó a dedicarse a pasear perros. Trabajo que no solo no era reconocido en gente de su clase, sino que además la hizo conocer a personas que le mostraron otro costado de la realidad.
Una inconformista incansable, buscaba su lugar como nadie, tratando de encontrar el sitio que le correspondía. Por cuestiones de la vida, y de un novio golpeador, sus padres decidieron regalarle un viaje a Italia junto con una prima. A pesar de varias negativas terminó aceptando el regalo, quizás como un presagio en su tan mentada búsqueda.
Una vez en Italia conoció las casas tomadas por anarquistas, en donde terminó parando un tiempo. Al momento de terminar su viaje, solo su prima regresó, diciendo que Sole había encontrado su lugar.
Allá se enamoró, se volvió vegana, vivió en casas tomadas y participó en marchas en contra del capitalismo.
El estado italiano, que no podía ya contener al movimiento squatter la acusó, junto con su novio, de eco terrorismo. Ella murió en 1998 victima de un suicidio, luego de que su novio también lo hiciera, estando en una casa en las afueras con prisión domiciliaria. Algunos dicen que ella no lo hizo. Lo cierto es que las pruebas para acusarla no existían.

Hubo marchas, banderas y afiches, “seguiremos luchando por la anarquía con Sole y Baleno”, pregonaban. La casa comunitaria donde vivía la pareja amaneció de luto, con cortinas negras y la consigna: El Estado mata a aquellos que no doma. Gabriela Rosas, la hermana, dice no estar muy informada sobre lo que está pasando en Italia. “Lo que es seguro es que mi hermana no era muy amiga de rendirle honores a nadie. Y no creo que piense distinto hoy, esté donde esté”.
Se ha dicho que los poetas son rebeldes, que son locos, que son visionarios. Estos son solo dos ejemplos de muchos, tantos otros.
"El poeta que estuviera satisfecho del mundo en que vive, no sería poeta", dijo una vez Giovanni Papini. Y en definitiva "de poetas y locos todos tenemos un poco”.
Los poetas viven "en las nubes", según otra expresión popular muy conocida. Razón por la cual, como sabemos, Platón no podía tolerarlos en su República ideal, ya que los tenía por incapaces de prestar una colaboración eficiente en la administración de la misma.
La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.
Heinrich Heine (1797-1856)

Pichón Riviere realizó una renovación profunda de la clínica y la terapéutica en las psicosis. Se basó en el vínculo, definiéndolo como la manera particular en que un sujeto se relaciona con otro creando una estructura particular para cada momento, es decir, dinámica y en constante movimiento. Pero Pichón Riviere entiende al vínculo como una estructura mucho más compleja, donde intervienen dialécticamente un sujeto, un objeto, las fantasías inconscientes y un tercero proyectado en el otro.
Es a partir de la teorización sobre el vinculo que Pichón Riviere acuña y da sentido al termino “grupo operativo”, a partir del cual comienza a emplear nuevas teorías y técnicas.
El planteaba que “la locura, en su forma aparentemente irreversible, puede ser si no vencida al menos reparada, no por el ejercicio de la razón discursiva sino por las virtudes del agrupamiento asociativo”. Por un lado en los hospicios, comienza a generar, por ejemplo, equipos de futbol, haciendo que ese grupo encontrara en cada partido, casi una familia, alguien a quien responderle y que le respondan, una participación en algo que los hiciera sentir que existían. A su vez, planteaba la importancia de la familia como tal y como otro grupo que debería de encontrar su funcionamiento lógico.
Finalmente plantea lo “operativo” que coincide con la elaboración de la situación a la que responden las ansiedades básicas (miedo a la perdida y miedo al ataque), esto fundamenta su concepción de la “creatividad” dado que la acción creadora se caracteriza por disminuir las ansiedades básicas y en ella se sintetizan la plasticidad, el metaaprendizaje, y la disposición al cambio.

La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia”.
Edgar Allan Poe (1809-1849)



El conocimiento científico actual de la locura se ha creado con la recopilación de datos exclusivamente norteamericanos y europeos. Pero el 80% de la población mundial y, por lo tanto, la mayor parte de los enfermos mentales, viven en Asia, África y Sudamérica. Por otro lado, no se debe olvidar que en los países en desarrollo, debido a la precariedad de sus recursos económicos y a sus carencias infraestructurales, existen prioridades anteriores a la preocupación por conseguir una salud mental aceptable: combatir el hambre, el sida, la diarrea o el paludismo.

Las locuras que más se lamentan en la vida de un hombre son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad.
Helen Rowland (1875-1950)

Otros dicen que nosotros estamos locos, pero parafraseando a Ketama, quizás lo nuestro sea algo así como “sabemos lo que queremos…vive la vida igual que si fuera un sueño... soy bohemio soñador, pregonando mis canciones…la noche a mi me seduce y embruja mi fantasía…y es que la noche me inspira y es mi adorada enemiga… de que lo somos, lo somos! (locos) y esta tierra vacilamos, pero la bola del mundo queremos abrazar con nuestras manos”
O sea que: si no estás de acuerdo con esta sociedad, si sos extremadamente inteligente, si sos un genio de las artes, o si vivís en Sudamérica o África, no solo estás loco, sino que además no tenés cura. Por eso, mejor, seguí leyendo esta revista a ver si te sentís identificado.

Aires de locos

Loqueros, manicomios, acilos. Términos que conviven en el imaginario colectivo y en el relato periodístico. Con una carencia mayor: sus protagonistas no están. La exclusión de una patología los dejó al margen de la convivencia familiar y del contacto social.
Están -para muchos- ausentes. Ausentes de debate, ausente de reivindicación, de estímulo externo. Pero hay una fuerza interior que los mueve e incita a potenciar sus capacidades. Son los denominados “locos” con mucho por decir, y poco espacio desde el cual comunicar.
En pocas ocasiones sus vivencias tienen aparición en medios masivos. La representación de la realidad que los medios realizan los priva de interactuar con un público extenso y heterogéneo.
El arte de crear desde la locura es una interesante historia para contar, aún cuando los prejuicios están latentes y la sociedad no pueda concebir al paciente de un nosocomio de otra manera que no sea como un desbordado mental.

Cosa de locos

Como los locos de la azotea, “Los Colifatos” también ser convirtieron en pioneros de su experiencia. Los primeros buscaron en la radiofonía concretar la obsesión de transmitir desde la terraza, haciendo llegar las voces y los sonidos através del éter. Los pacientes del Borda utilizando el mismo aire, en otros tiempos y con otras experiencias, desean traspasar los muros y que la sociedad sea la receptora.
Con la implementación del programa, el relato reivindicatorio del paciente con trastorno neuropsiquiátrico fue narrado desde los pasillos del Hospital porteño, en una experiencia intramuros que supo traspasar todas las barreras de los prejuicios y los conceptos erróneos. En este ámbito pudieron mostrar las producciones materiales y simbólicas.
Con ritmo tranquilo pero persistente, Alfredo Olivera y Laura Gobet lograron un espacio de comunicación para producir cultura. El Westinghouse enorme que utilizaba Olivera fue testigo de aquellas grabaciones que recuperaron las palabras, las voces y que además quedó como registro desde 1986, tiempo en el cual nació esta sana experiencia. Trasladada a columna radial, la idea fue conservar la narración de las vivencias desde la expresión de cada interno. Luego aparecieron los mensajes “del afuera” para generar un verdadero y constructivo feedback.
En este espacio de construcción, contención y encuentro; las contrariedades también estuvieron presentes pero los logros pudieron superar cada una de ellas. Alcanzaron una transmisión propia con un programa radial emitido desde el patio del hospital como estudio de radio. Después vinieron las investigaciones internacionales a reflejar el fenómeno. Hasta que en 2004 saltaron a la pantalla televisiva en “Telefé”, con “La Colifata TV”.
La gran historia que conforma “La Colifata” es una verdadera respuesta a la ausencia del tema en la agenda mediática. Es también un desafío para los colectivos sociales que piensan a los medios como canales de transformación y gestan experiencias de comunicación alternativa. Guiones espontáneos de las vivencias y el aprendizaje, luz roja que indica aire y es testigo; y el oyente como cómplice. La Colifata está en el aire.

El loco no está enfermo

Cada vez que mencionemos a la locura, no utilizaremos la concepción “enfermedad mental”. Creemos que son muchas las causas de la locura pero no contamos entre ellas ningún factor químico o genético. Aceptar eso implicaría considerar que el loco está determinado como loco por su propio cerebro. La locura es ante todo un dispositivo político, cultural y semiológico que cada sociedad particular utiliza como herramienta de control sobre las normas de convivencia.

En la dimensión sociopolítica el teatro y la locura han sido compañeros en experiencias para la inclusión social de los locos. El teatro le devuelve al loco la dignidad y el respeto que el asilo le quitó. Aquí, en Argentina, esta lucha por los derechos humanos de los locos se conoce como el proceso de “Desmanicomialización”. Este proceso encuentra exponentes en la experiencia del “Frente de artistas del borda”, radio “La Colifata”, los congresos de “Derechos humanos y salud mental” organizadas por las Madres de Plaza de Mayo, la “Red Argentina de Arte y Salud Mental”. Al exponerse en la presentación teatral, el loco no sólo afirma su identidad sino que lo hace al mismo tiempo que muestra un saber y funciona en la sociedad. El manicomio pretende quitarle su identidad en el proceso químico de medicarlo, retirarlo de su función social y castrar su saber por considerarlo “peligroso para sí mismo o para terceros”.

Para hablar de teatro y locura, necesariamente debe pensarse la vida y obra de Antonin Artaud, quien fue internado los últimos 10 años de su vida en distintos hospitales psiquiátricos. Artaud siguió escribiendo poesía, ensayo y teatro, desde los hospicios; siendo “Para Terminar con el Juicio de Dios”, su último y uno de los más brillantes libros. En este caso particular llama la atención doblemente su obra por cuestionar al teatro psicológico que ante todo busca representar el texto en escena. Artaud por el contrario propone que la escena deberá ser un espacio donde se revelen verdades metafísicas, fuerzas y poderes invisibles. A diferencia del teatro realista, el teatro de la crueldad de Artaud sostiene que la verdadera escena no es verosímil a la realidad ordinaria sino verosímil a los sueños y las pesadillas. Por lo tanto las palabras sonarán extrañas y deformadas en lugar de claras y precisas como en el teatro de texto(1).
Muchos directores de Teatro fueron inspirados por la obra de Antonin Artaud, tales como Jerzy Grotowsky, Peter Brook, y Eugenio Barba. El actor, dramaturgo y director argentino Juan Carlos Gené sostiene que son cuatro los grandes maestros del Teatro: Constantin Stanislavski, Antonin Artaud, Bertold Brecht y Jerzy Grotowsky(2).

Hace más de 2500 años, en Grecia, antes de que el teatro fuera tomado como actividad política para que el ciudadano realice Katarsis, el teatro significaba una profunda verdad psicológica. Hoy día ir al teatro a ver verdades mitológicas, es un absurdo. El teatro que soñó Artaud pretende crear nuevas verdades mitológicas y descubrirse más verdadero que la realidad misma.
La palabra del loco no representa los significados del cuerdo, representa otros significados que la moral burguesa condena. Michel Foucault(3) sueña con un futuro posible: “Quizá llegue un día en que no se sepa bien lo que ha podido ser la locura… Artaud pertenecerá al suelo de nuestro idioma, y no a su ruptura; las neurosis a las formas constitutivas (y no a las desviaciones) de nuestra sociedad. Todo lo que hoy sentimos sobre el modo del límite o de la extrañeza, o de lo insoportable, se habrá reunido con la serenidad de lo positivo.”







La Locura

Parecería ser que ningún sujeto dudaría jamás en afirmar que sabe lo que es un loco. Seguramente adornaría con copiosos relatos su forma de describir la locura. Tal vez opte por describir al loco del barrio, quien vestido de referí corre de esquina a esquina haciendo sonar un silbato.
Vulgarmente se suele entender a la locura como “todo aquello que se encuentra por fuera de lo común y esperable”. Esto le permite al ciudadano promedio depositar en la figura del loco todo aquello que considera desviado de la norma.
Pero pensando la locura de esta manera surge un interrogante ¿Es solo loco aquel que corre vestido de referí por la calle? Claramente podemos comenzar a darnos cuenta que no. Con esta definición, la locura comenzaría a ser funcional al mantenimiento de la moral y las buenas costumbres de una sociedad. Loco sería todo aquel que fuera en contra de esta moral, como un profesor enseñando temas novedosos, líderes que proponen cambios, minorías raciales, religiosas o sexuales que exigen igualdad de derechos, etc.
Siguiendo esta línea, la otra cara de la locura sería “la razón”. La razón, entendida como “
acto de discurrir el entendimiento”, sería el representante de la realidad, y todo lo que por fuera de ésta se encuentra podría ser considerado una locura. Pero ¿Qué es la realidad?
La mayoría de las escuelas de psicología coinciden en definir a la realidad como una construcción. Esto quiere decir que la realidad que entendemos es la que podemos traducir a través del lenguaje. No existe el “árbol” como fenómeno real sino que al percibirlo no podemos evitar significarlo con la palabra “árbol”. De la misma manera, cada fenómeno de la realidad está significado con palabras y estas palabras contienen un sentido para entenderla. Entonces, para la psicología, “el loco” sería aquella persona que no posee determinados significantes para construir ciertas cuestiones de la realidad. Pero no cualquier cuestión. No posee un significante que le permita entender la forma de relacionarse con los otros dentro de la cultura donde está inmerso y cómo se relacionan todos los significantes entre sí. Como consecuencia de esta falta, el psicótico percibe como alucinatorias algunas funciones psíquicas que las personas consideran normales. Por ejemplo, se podría decir que “la voz” que escuchan algunos esquizofrénicos no sería muy distinta a la voz que escuchamos en nuestra cabeza cuando reflexionamos. Solo que para el primero, esa voz se le presenta como ajena e intrusa a su persona.
Si entendemos a la realidad como una construcción, debe ser entendida como un proceso activo de crecimiento y descubrimiento. Siempre pueden aparecer nuevas formas de significarla. El problema radica cuando ciertos dogmas, sean religiosos o científicos, vuelven rígidas algunas definiciones sirviéndose de la locura como forma de explicar el pensamiento disímil. La historia de la humanidad fue testigo del cruel trato que recibieron ciertos grupos de personas por pensar de manera diferente.
El loco como concepto vulgar y la locura como concepto psicopatológico son cosas muy diferentes, pero ambos tienen algo en común, el miedo… miedo de la gente a lo desconocido.

Jacobo Fijman y Antonin Artaud: una comunión de soles negros

Existen en la literatura ciertos casos en los que vida y obra de un escritor suelen ir fuerte de la mano. Algunos autores, indudablemente tocados por la locura, han escrito fuera de ella y a través de ella. La lista podría ser interminable, pero quisiera rescatar a dos poetas cuyos casos considero excepcionales, y no sólo porque las vidas de ambos fueron atravesadas por eso que llamamos habitualmente “locura” o por haber dejado en sus obras el sello inconfundible del delirio, sino también porque ambos, con graves problemas psiquiátricos, estaban predestinados a la verdadera locura: esa que signa el camino dejando detrás un perfecto resabio a desdicha, soledad y angustia al bajar la persiana de cada día.
Un encuentro casual en el café La Coupole de París los enfrentó, durante la primera estadía de Fijman en la capital francesa. El poeta argentino contó que Artaud y él estuvieron a punto de pelearse cuando se conocieron: “Yo me identificaba con Dios y Artaud con el diablo”. Quizá este sea el punto de partida para hablar un poco de dos grandes artistas que –situados en orillas diferentes- sufrieron internaciones varias y definitivas en hospitales neuropsiquiátricos, donde fueron sometidos a tratamientos reiterados de electroshocks y condenados al descarte social –salvo por los pocos amigos que cada uno contaba- y donde la muerte supo encontrarlos.
Por un lado, Jacobo Fijman, un judío que abrazó el catolicismo en mitad de su vida, un poeta que le escapaba a la metáfora y que trasladó su poesía desde la imagen, el gesto y el lenguaje corporal hacia el símbolo y la metafísica. Su crisis mística lo llevó a reemplazar al Dios del loquero, que aparece en su primer libro, por el Dios de las alturas, perdiendo el cuerpo físico de la manera más poética para purificarse con el fuego de la pasión espiritual. Toda su obra, más allá de las cuestiones religiosas, es reflejo auténtico de infinita soledad, tristeza, desamparo y desesperanza. Fijman encierra en ella la temática de la locura oponiéndola a la cordura, y se muestra preso de un destino de exclusión que incluye pobreza, reclusión y olvido. 
Antonin Artaud, en cambio, buscaba otra salida para extirparse la angustia. Partiendo de un lenguaje no poético, en su mayoría rústico y escatológico, con una necesidad de encarnar el cuerpo en el Verbo –en un sentido lírico- supo materializar esa misma necesidad en sus propias palabras: “Soy un cuerpo y no un espíritu”, pese a manifestar que “No ha quedado demostrado, ni mucho menos, que el lenguaje de las palabras sea el mejor posible”. Decía destruirse espiritualmente a sí mismo, contrariamente a lo que sostenía, subrayando ser poseedor de un estado físico inexistente, incompleto, abandonado. Sin embargo, declaraba por momentos que su sola pretensión era mostrar ese espíritu que negaba con frecuencia. Se consideraba una especie de génesis de los reflujos de la mente, rellenos de esa angustia que permanecía intacta y que podía curarse únicamente con la supresión del vacío espiritual.
Tanto uno como el otro permanecen todavía al margen de los cánones literarios, vagamente reconocidos e incrustados en un arte “patológico” de alienados, sin entidad, por haber dejado entrever en sus obras una clara referencia autobiográfica aun marcando de manera constante las fronteras entre la creación artística y sus problemas psiquiátricos. Es mi deseo ferviente que las poéticas de Artaud y Fijman persistan dignas y limpias de toda paranoia y de todo hospicio.

La configuración del propio cuerpo a partir de la imagen

Como en el espejo, es en fotos que buscamos reconocernos. Una fotografía es un espejo de papel, fija nuestro reflejo y lo conserva en el tiempo. Así como tantas veces desconocemos al personaje que intercepta nuestra mirada desde el otro lado de la pieza pulida, tantas otras tampoco nos identificamos cuando nos vemos retratados. Nuestra imagen interna no coincide con aquella que la cámara capta, se abre un vacío entre original y duplicado, entre éste que soy hoy y aquél que fui ayer. Conocemos nuestras manos, nuestros ojos, nuestra boca, la expresión de alegría, la de furia, la de placer; pero no reconocemos las expresiones del duplicado, ni sus rasgos.
        Mayoritariamente los seres humanos no precisan verse para percibir su individualidad. En otros casos, solo la imagen permite el reconocimiento del yo. David Nebreda es uno de esos casos. Diagnosticado esquizofrénico paranoide desde muy joven, Nebreda hace uso de la cámara para reconocerse.
        Este fotógrafo autodidacta vive en Madrid, aislado de la sociedad y sin medicación alguna. Desde allí salieron sus autorretratos y posteriormente fueron exhibidos en Paris y editados en formato libro. Las imágenes son el reflejo congelado de un hombre torturado por la locura, pareciera que solo mediante la laceración de su cuerpo consigue comprenderlo y declararlo propio; y la fotografía prolonga este reconocimiento por tiempo indefinido.
        En otras imágenes Nebreda capta el instinto más animal del hombre, aquello que al construir una psique sana dejamos enterrado en nuestra parte más profunda, lo que el arte solo puede simbolizar mediante retórica y efectos plásticos. Con la construcción de realidad que solo la cámara infiere, el público es expuesto a este instinto en su estado puro y concreto. Este mostrar con descarno, tan primitivo, es lo que pareciera mantener la fascinación del espectador que gusta de la obra de este fotógrafo.
Las imágenes que captó Nebreda fueron creadas para su propio uso, como terapia necesaria para enfrentar su particular confusión, él es emisor y receptor de su propio mensaje. Así es como el espectador se vuelve un espía, un mirón, un testigo del dolor ajeno, del terror de otro. El calvario impropio nos coloca en la difícil posición de consciencitizarnos de nuestra propia humanidad, de que la agonía no se encuentra tan lejana y la posibilidad de advertirla en un otro sirve de catarsis interior, actúa como exorcismo de nuestro propio terror. De esta manera la obra de Nebreda repulsa hasta sentir la necesidad de correr la vista, pero a su vez atrae los ojos como dos imanes, hambrientos de brutalidad y desasosiego. Sólo la fotografía, con su concepción de registro y fijación de lo real, consigue en una primer instancia imprimir a la imagen con un velo de veracidad y en un segundo momento, ante el desgarro, de artificialidad, como buscando la ubicación del truco, porque es demasiado brutal para ser real.
      
 ¿Pero realmente Nebreda realizó estos autorretratos solo para él? Toda producción de sentido, aunque sea en último grado, conlleva la posibilidad de que un otro sea testigo. Así es como Nebreda tomó su retrato tratando de entender su desorbitado mundo particular, pero también para que el mundo que orbita alrededor de su aislamiento sea tocado por la locura.
       

Arte, locura… y ciencia

Arte y locura, terreno doblemente resbaladizo. Sitios visitados y revisitados infinidad de veces. Quizás hoy más que nunca, y en ciertos sentidos, arte y locura en sus trayectos se bifurcan y por tramos se intersectan. ¿No entramos acaso en un similar estado de perplejidad cuando nos cuestionamos acerca de arte y locura, de nuestros modos de sistematizarlos y nombrarlos?
Días atrás, me consultaban sobre una pintura publicada en la columna lateral de mi blog, Artilunio*. Se trata de Gato Cósmico y pertenece a la serie Zoología Fantástica realizada por Luis, artista psicótico que integraba un Taller de arte en el Hospital Borda.
Intentando responder aquella consulta revisé el libro de donde la extraje, Arte y locura por M. C. Melgar, E. López de Gomara y R. Doria Medina Eguía, quienes en su Introducción anotan: “Foucault escribió que, cuando la ciencia comenzó su “largo monólogo con la razón acerca de la locura”, se dejó de oír la voz de la locura. Razón y locura se contradicen. No obstante, las artes, las ciencias y las tecnologías suelen revelar que las distancias son menos largas y las barreras más flexibles.”
Volvamos ahora a revisar aquello de que sólo en ciertos sentidos arte y locura se cruzan. Si bien ambos se procuran transitar sitios de desvíos, o distintos registros de realidad/es; las rutas del arte conducen siempre a una estética comunicable y traslativa, mientras las diversas formas de locura patológica no logran desatar sus “otros mundos” del nudo inmóvil de lo irrepresentable. Es allí donde el arte puede significar una alternativa terapéutica para aquellas patologías, tendiendo un puente sobre esa brecha comunicativa. Distancia que hoy, puede percibirse como más notable.
Esto, teniendo en cuenta que para una diversa producción artística (Web mediante), uno de los pactos fundacionales se asienta en el acto del compartir, en la interactividad, y la interconectividad, en la traslación telemática y las múltiples interconexiones de nuevos mundos.
Pero ¿cómo y a partir de dónde se codifican esas otras realidades, y no tan sólo ya, las surgidas de los espacios del arte o la locura?

Vayamos por un momento a otros territorios, a los de la ciencia. Allí, la Física Cuántica también provoca ciertos temblores en los suelos de la estabilidad.En un ensayo titulado Borges, Teoría cuántica y universos paralelos, Oscar A. Marco Rodríguez apunta:
La teoría cuántica, aunque extraña y a veces reñida con el sentido común, es la más exitosa y abarcativa de todos los razonamientos de la ciencia física y en y por ella se postula que es posible que no exista una sola “realidad”; pueden existir potencialmente infinitas “realidades” e identidades, tantas como elementos -ora objetos/sujetos, ora sujetos/objetos- que interaccionan (…) en “El jardín de los senderos que se bifurcan”, Borges ya en 1941, a través de sus personajes, nos habla de sus sospechas sobre la potencial multiplicidad de la “realidad”.


Volviendo sobre otras simultaneidades e imaginarios felinos (como los de Luis), según un experimento realizado por el físico Erwin Schödinger (1935), conocido como el Gato de Schödinger**, este singular felino puesto en una particular situación podría encontrarse simultáneamente vivo y muerto: “Propuso una caja que contenía un gato, una partícula radiactiva y un frasco de veneno. La partícula radiactiva tenía un 50% de probabilidades de desintegrarse en un plazo de una hora; si lo hacía, el veneno se liberaba y el gato moría (…) la suerte del gato dependía de la suerte de la partícula (…) sólo el hecho de observar el interior de la caja permitía que el gato viviese o muriese”
Retornando una vez más al Gato Cósmico de Luis, me pregunto si en esa imagen felina, puente comunicante “locura-arte”, esos movimientos dibujando ondas expansivas y multiplicadas no estarán buscando, de algún modo, sintonizar similares frecuencias, ensayando conexiones entre “otras” coherencias.

El repertorio de un loco en el séptimo Arte

Según la teoría de los tres anillos concéntricos de Alfredo Moffat, el artista para poder crear tiene que sumergirse en un mundo valido de lo irracional, de la vida onírica para poder allanar los territorios inexplorados del espíritu humano. En la escritura, la pintura, en el cine y en las artes en general, las técnicas tomaron forma en base a la intención de trasmitir una esencia, un punto de vista, que implico tener una perspectiva diferente de la realidad; adentrarse en un mundo extenso de conocimientos como también secreto y prohibido para los conservadores: la locura.


En el séptimo arte se supo apreciar desde el Expresionismo Alemán de Robert Wiene, con su film “El Gabinete del Dr. Caligari” (1919), este director convierte el relato del imaginario de un loco acompañado con sus distorsionados decorados, en una denuncia de la actuación del Estado Alemán durante la guerra. En el film podemos observar una percepción estética que va más allá de su significación y actúa como una vía de comunicación que capta objetivamente el mundo en que vivimos.
A posteriori surgieron nuevos movimientos de denuncia, que dio lugar a nuevas concepciones del mundo acunado por las escuelas vanguardistas, como el Dadaísmo, manifestándose mediante la burla y gestos “anti-arte” en consecuencia de la quiebra de valores del siglo XX, que promovió la ruptura de todos los esquemas propuestos hasta ese momento. Dentro de este movimiento podemos mencionar a Marcel Duchamp, Man Ray, Hans Ritcher, Robert Desnos, entre otros.
El precedente de la poesía Dadá dio lugar al nacimiento del movimiento artístico surrealista a partir de 1924, que creó un lenguaje libre y sin límites; renovándolo, permitió que el inconciente se manifieste en busca de redescubrir una verdad a través de escrituras automáticas sin correcciones racionales. Este nuevo procedimiento expresivo en la vertiente cinematográfica, fue enmarcada en el cine de vanguardia, donde podemos mencionar a André Bretón, Jean Genet, Maya Deren, Luis Buñuel que trabajo en colaboración con Dalí y esta influencia surrealista tiene precedencia hasta nuestros días. Se puede apreciar en cineastas contemporáneos como David Lynch, Alejandro Jodorowsky, Guy Maddin, Emir Kusturica, Darren Aronofsky; que lo utilizan como recurso expresivo construyendo un visionario frente a realidades existentes en la cultura de una sociedad.

Es así como podemos decir que la locura a través del cine es un recurso inagotable, un elemento poético que transgrede todo límite; cuestionando la verdad nos llama a la reflexión, abriéndonos las puertas de la percepción.

La Locura, compañera inseparable, amiga fiel... cómplice de mis días

Según algunos entendidos, “la locura” es uno de los deterioros humanos a nivel intelectual o cerebral, neurológico etc. Pero para mí, la locura es un estado placentero que se reserva la máquina para protegerse de las amenazas cotidianas. Un estado pasajero en el cual una se acomoda dependiendo de sus propias necesidades.
Hay diferentes grados de locura, en algunos de los cuales se está bien cómodo, a tal punto de no querer abandonarlo.
Obviamente, la docencia no escapa al tema y como es “mi fuerte”, digo, la docencia, no puedo dejar de analizar algunos aspectos de las etapas escolares.

Locuras varias
Si hacemos una curva de progresión nos damos cuenta que el primer momento definitorio para entrar en un grado de vehemencia es a partir del momento en el que una decide ser docente “sabiendo que” y que “a pesar de”, persiste la idea de complicarse la vida, como si ésta no tuviera de por sí varias complicaciones.
En este nivel nos ubicamos en lo que sería locura inminente.
Con el avance del tiempo y el correr de los años dentro de la práctica docente y ya establecidos en el aula, “ámbito laboral en el que confluyen y conviven todas las locuras conocidas, los padres, los docentes y demás profesionales de la educación, los alumnos y la sociedad misma”, podemos decir que la mente desarrolla una destreza sutil, imperceptible e inteligentemente loca para protegerse de las crudas realidades sociales que nos rodean y nos golpean en el día a día, esto sería una locura perfecta.
Y siguiendo la curva en la cual basamos nuestra mirada y objeto de estudio, tenemos el trayecto final o última etapa que comenzaría una vez pasada la franja de lo que dimos en llamar locura perfecta, a esta etapa la denominaremos locura placentera o disfrutada, donde todo se convierte en ese hermoso fluir del todo está bien y si no lo está hacemos como que sí.
Justo en ese preciso instante cuando uno está relamiéndose del dulce, la locura toma un nombre científico: demencia senil, Alzheimer, el alemán, etc... y ese estado placentero en el que una estaba tan bien posicionada y le daba ciertas satisfacciones, pasa a ser el repudio de los otros, léase, hijos, nietos, amigos, público en general. Esta ya no es una locura mediática sino la triste realidad que se cobró su venganza.
Pero aún así y siguiendo con mi teoría, concluyo que toda mi vida o gran parte de ella la he vivido en un flash, a veces con luces de colores otras con sepia y a veces hasta negro intenso. Paradójicamente dentro de la lógica, debería estar planteándome en esta recta final que comienzo a vivir, el hecho de ser más conciente con la vida misma, pero digo, si lo anterior me dio resultado y no me fue tan mal, ¿para qué voy a provocar una crisis existencial a esta altura de mi vida? ¿Quién se dará cuenta si el pensamiento actual es el correcto o fue el anterior? Y a quien le importa mis locuras mientras ellas sean cómplices y amigas de mis más entrañables pensamientos...con los cuales salgo al ruedo como una diva.
Entonces ¿qué clase de locura es ésta?
La MIA, la creada, la fabricada, la inventada por mi y por tantos otros que no se animan a contarlo... la que no tiene nombre científico. La que nos acompaña durante todo el camino, la que nos envuelve, la que nos hace gritar de alegría o nos hace llorar de tristeza.
Por eso yo les digo ¡VIVA LA LOCURA!

Goya y la razón

Francisco de Goya es un enigma en permanente metamorfosis. En la historia del arte pocas personalidades result

an tan oscuras como la del genial artista nacido en 1746 en Fuendetodos. Inquieto, prolífico e inclasificable. Goya fue pintor de la corte y pintor del pueblo. Sus temas abarcan desde lo realista hasta la sátira, lo religioso y lo místico. Fue autor de la belleza y del erotismo de La Maja desnuda y del rotundo espanto de Los fusilamientos del 3 de Mayo. Fue pintor al óleo, al fresco, dibujante y grabador.
Vivió la mitad de su vida durante el Siglo de las Luces, donde la finalidad del pensamiento era disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. En este contexto publica en 1799 Los caprichos, una serie de 80 grabados que mediante el ridículo, la extravagancia y la fantasía, ironizaba y criticaba los traspiés y excesos de la sociedad española de su época. Goya se limitó a mostrar escenas tenebrosas, aparentemente cotidianas, ideadas en escenarios extraños e irreales. Prácticamente en la primera mitad presentó sus grabados más realistas y satíricos criticando el comportamiento de los seres humanos desde el cuerpo prismático de la razón. En la segunda parte muestra grabados fantásticos donde abandonó el punto de vista racional y siguiendo la lógica del absurdo pintó visiones delirantes con seres extraños, donde el hombre y la sociedad se perdían en las transformaciones de la locura.
        En el Capricho Nº 43 El sueño de la razón produce monstruos, la leyenda en la parte frontal

donde se apoya el personaje nos muestra como, vencido por el sueño, una vez apagado el mundo de las luces, el hombre entra en el mundo de los monstruos.
        Es común que se analice la obra de Goya desde el quiebre que produce en su vida su enfermedad y la consecuente reclusión en la Quinta del Sordo. Durante su aislamiento entre 1819 y 1823, el artista produce las llamadas Pinturas Negras, en ellas se respira una atmósfera donde la fantasía, la brujería, lo terrible y la crueldad, a través de animales con las fauces abiertas, personajes extasiados con los ojos desorbitados, sus rostros caricaturizados y grotescos, hacen de ellas una representación del mundo cerrado a cualquier ilusión. En Saturno devorando a un hijo, el cuerpo mutilado, la iluminación de claroscuro, junto con las piernas del dios sumidas a partir de las rodillas en la negrura de un vacío inmaterial, ponen en evidencia el clima general de estas 14 obras donde los escenarios que se construyen son tanto contemporáneos, como históricos y mitológicos.
    Podríamos pensar que sumado a las consecuencias que habría generado el encierro en las decisiones narrativas del artista, el panorama del agitado clima político en la posguerra española y los albores de una modernidad desestabilizante que sumergían al individuo en una encrucijada histórica, pueden dar como resultado esta nueva expresividad. Las interpretaciones posibles son infinitas, los datos muy pocos; sin embargo podemos concluir que sus preocupaciones en torno a las alucinaciones, los miedos y la irracionalidad, se mantienen a lo largo de toda su obra.

Versos en el margen

El que se suicida
Dejo ese Universo vivo alegre y triste y con
Enfermedades y carencias. Dejo la luz brillando.
Dejo afuera ese pájaro cantor. Llevo el infierno latente
Más que el mismo Dante. Seré la nada en persona, Seré
El fin de mi fin y enterraré las catedrales y los campanarios.
Y el cementerio será mi razón de ser, sumergida en el
Fantasma del desdén.

Liliana N’haux

Mujer Solitaria
Tú corazón es un infierno sola en tu soledad
El espejo oscuro se quiebra y la criatura vela
Escondida sin nombre. Allí va el Carroussel
Con el caballo de juguete y tu inocencia perdida.
Y ese tren imaginario para evadirte de tus sueños
Y tu realidad. Esos sueños que quedaron sepultados hace
Mucho tiempo atrás. Apaga el agua de tu hoguera y
Llora llora lentamente porque pronto estarás allí inmolada
Pero aún así todo tu corazón fiel latirá.

Liliana N’haux

Tal vez esté enloqueciendo. Porque lo deseo, lo deseo tanto como la muerte. Cierro los ojos y sueño la locura. Un estar para siempre con los fantasmas amados, llámese paraíso, vientre materno, o lo que el demonio quiera (…) Allí, una niña llamada Alejandra, aprendería a sonreír con menos amargura...”
Alejandra Pizarnik



El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz, ¿en donde estoy? Estoy en un jardín...
Hay un jardín...”.
Alejandra Pizarnik

Liliana N’haux atravesó un periodo de protagonismo público siendo modelo, tenía 18 años. A los 23, consiguió un puesto en Aerolíneas Argentinas como azafata. Y a partir de aquí, su vida atravesó un infierno mental surcado por una psicosis aguda que se inició con varios intentos fallidos de suicidio.
Desde 1988, Liliana N’haux estuvo internada en distintos hospicios psiquiátricos hasta que fallece en 2002. Pero previamente, N’haux encontró su remisión mediante la escritura, y estando a las orillas de la marginalidad, se reinventó como poeta.
Sus poesías deben leerse como las confidencias de una mujer socialmente “loca”, pero que supo construir una nueva subjetividad, no sólo para denunciar la psiquiatría mal aplicada, sino para encontrarse ella en un nuevo espacio.
Por su parte, la vida y la poesía, en Alejandra Pizarnik, eran una misma cosa y, en esa forma de delirio poético actualiza siempre un rasgo de locura en sus letras. Ciertos elementos vitales y mortales se fundan para organizar un refugio concreto en ella. Pizarnik era poesía, y vida, y literatura, “ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo”.
No es difícil vislumbrar desde sus primeros escritos algunos rasgos sutiles de locura, más evidentes hacia el final.
Pizarnik deseaba una locura que la sacara de la realidad, que le permitiera vivir en el paraíso creado por su imaginación y su poética. Quizás, hasta se reconozca un estado de placer en la permanencia de ese estado de locura, lo cual significa habitar un territorio literario propio que no se entorpece con la realidad.

En una, la locura era un devenir intolerable, un estado que no debió llegar pero se avecinó sin vergüenza ni cobardía; en la otra, la locura era una esperanza a donde había que llegar, tanto la locura como la muerte se aproximarían y nada haría para evitarlas, sino simplemente abandonarse a sus pies.

¡Ojo, no te frotes en los colectivos!

El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM) de la Asociación Psiquiátrica de los Estados Unidos (American Psychiatric Association) clasifica “trastornos mentales” desde categorías diagnósticas. Así, tanto la actividad clínica como la investigativa de las ciencias de la salud procuran estudios para proponer tratamientos para esos distintos trastornos mentales, sin reflexionar necesariamente sobre la legitimidad de sus categorías diagnósticas. La edición vigente del manual es la cuarta (DSM-IV). A su vez, ya está pautado un calendario de investigación que tiene como fin la redacción y publicación del DSM-V, que también mantiene un carácter polémico sobre su uso diagnóstico. Según una entidad productora del saber público de sentido común, Wikipedia, la Organización mundial de la Salud (OMS) recomienda el uso de otro sistema internacional denominado CIE-10 (Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud, o International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems), de uso generalizado en todo el mundo. El capítulo “Trastornos sexuales y de la identidad sexual” del DSM-IV tiene su correlato en el capítulo V “Trastornos mentales y del comportamiento” de la CIE-10, específicamente en “Trastornos de la identidad sexual”, “Trastornos de la inclinación sexual” y “Trastornos psicológicos y del comportamiento del desarrollo y orientación sexuales” en “Trastornos de la personalidad y del comportamiento del adulto”. La homosexualidad fue eliminada del DSM-IV en 1973 y la transexualidad el 17 de mayo de 1990, que fue declarado “Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia”.
Sin embargo, la “disforia de género” sigue siendo un diagnóstico del DSM-IV con el que se sigue evaluando la transexualidad, el travestismo y/o la transgeneridad. A su vez, en los apartados citados de la CIE-10 se clasifican extensamente una serie de prácticas sexuales como indicadores de patología que incluye tanto la homosexualidad como la transexualidad, el travestismo y/o la trangeneridad. Por ejemplo, se explica un “trastorno de la maduración sexual” que indica que “el enfermo tiene una falta de claridad sobre su identidad genérica o de su orientación sexual, que le produce ansiedad o depresión. Este trastorno se presenta con mayor frecuencia en adolescentes que no están seguros sobre si su orientación es homosexual, heterosexual o bisexual [nótese que deberían estar seguros, definidos, estables en su decisión, elección o asimilación/aceptación de lo que cada quien haya descubierto de sí misma], o en individuos que después de un período de orientación sexual aparentemente estable, a menudo tras una larga relación de pareja, encuentran que su orientación sexual está cambiando”.
Lo que se termina por entender al leer estos textos es que, finalmente, como ya lo explicó largamente Foucault, todo aquello que no responda a las expectativas sociales en un sujeto termina siendo el síntoma de un diagnóstico psiquiátrico o psicológico que legitima la “necesidad” de corregir a ese individuo en el ejercicio libre de su singularidad que radica fundamentalmente en el modo en que usa su cuerpo y acata o no las normas sociales establecidas. Ya no se lo encierra, ahora se lo diagnostica y se lo trata, se lo corrige. Prueba de esto es el apartado “Otros trastornos de la inclinación sexual” del CIE-10 que en su primer párrafo explicita: “Se incluyen aquí diferentes formas de inclinaciones sexuales y actividades consiguientes que son todas ellas relativamente poco frecuentes. Entre éstas están el hacer llamadas telefónicas obscenas, el frotarse contra otras personas para conseguir una estimulación sexual (...)”.

Múltiplos de cinco

Me despierto una mañana, es tan tarde, tengo que estudiar. Trato de explicarle a mi marido y a sus denodados esfuerzos en ponerme vertical, que no es que me quedé retozando más de lo debido, que no se preocupe, estoy en control de la situación.
Verás, le aclaro, es que las horas venían siendo múltiplos de cinco, por lo tanto no había nada de malo en dormir un rato más, de hecho no estaba durmiendo, estaba realizando tareas perfectamente multiplexadas con otras; y calculando que las horas, las que marca el radio reloj despertador junto a la cama (que en realidad no es un radio despertador sino una especie de tablero visualizador de funciones) eran múltiplos de cinco, por lo tanto, entendés? Las horas…
De repente me escucho, la sarta de incoherencias que estoy balbuceando. Todo eso parecía perfectamente lógico hacía tan solo un minuto, un suspiro, una sombra en los ojos, un impulso eléctrico a otro lado, un milímetro detrás de la línea, del pequeño sobresalto que separa la vigilia de los sueños.
***
Pienso a la locura. Veamos, la locura. Para empezar uno hace lo que cualquier mortal realiza antes de cualquier tarea titánica u ordinaria de la vida: mira que tiene que decir Wikipedia al respecto.
Una explicación muy seria, a qué se llamó locura a lo largo de la historia, cómo se llegó a patrones más universales cuando la medicina fue avanzando. Asiento con la cabeza, es muy cierto, razonable, interesante, la nosología.
Pero entonces oigo por ahí, saliendo de la chillona tele del vecino, algo relacionado con el “loco” DiPalma. Ojeo al pasquín de turno con un titular que reza “La locura de los celulares”. En el noticiero, el periodista casi eufórico: “Loco al volante mata a tres personas”. La señora en el supermercado chino, arrebujándose en su mañanita con cara de circunstancia, dispara que el precio de los tomates es una locura. La vedette, risueña, confesando que ha hecho locuras por amor, mientras alguien comenta a sus espaldas, que “esta loca tiene más noches que la luna”…

Entonces repienso a la locura, que parece ser usada y abusada, que parece apoderarse de cualquier persona o evento que se salga de lo normal, lo “normal”. Ahí está la madre del borrego, y sospecho que ahí está la madre de todos los borregos. Todo siempre se reduce a lo mismo. ¿Qué es lo “normal” y qué no?.
Como planteó brillantemente un gran e ilustre loco, todo es relativo. Otro sabio demente rezaba que él estaba al derecho, dados vuelta estaban los otros.
Parece ser, entonces, que todo es cuestión del sistema de coordenadas donde estemos viajando. ¿Me muevo yo, arriba del colectivo, o es la calle que corre frenética?
Y puede haber muchos sistemas de coordenadas, tantos como almas en el mundo, aunque, claro está, algunos mucho más populosos que otros, lo que nos lleva a más de lo mismo.
Mayorías, minorías, humanos que no entienden y que están aterrorizados de otras realidades que no sean las propias.
Y puedo sentir la anticipada crispación del psiquiatra al que le lleguen estas palabras. Si, está bien, doc., hay una manera científica de determinar ciertas enfermedades y lo acepto.
Pero estas conclusiones ¿no son producto de estructuras que alguien armó, para poder comprender desde su pedacito de volumen en el universo, las cosas que veía y cómo las veía?
El bien, el mal, el qué dirán. La belleza de un reloj desangrándose en el desierto, la acuciante furia del proteccionismo que lleva a un genocidio, la urgencia de un enamorado que empeña su vida para comprar regalos, la inamovible decisión de viajar del que clava una y otra vez la jeringa. Las cirugías salvajes tras la belleza, la velocidad, quereme así, piantado. La pasmosa crueldad del que toma una vida, la compañera de colegio que grita canciones en los pasillos, la ceguera del que manda a pibitos a morir por causas perdidas, la sonrisa desdentada del olvido en un pabellón del Borda.
Y entonces pienso y repienso a la locura. Cómo hablar de algo que está en todos lados, y en ningún lugar. Como abordar lo inabordable sin sentir el reproche de estar descuidando un aspecto, un costado, una arista, un sucio y pequeño doblez.
No me resulta posible. ¿O acaso no estamos todos a un despertar de la locura? Porque todo parecía tan lógico hasta recién, verán, las horas… todas múltiplos de cinco.