La Locura

Parecería ser que ningún sujeto dudaría jamás en afirmar que sabe lo que es un loco. Seguramente adornaría con copiosos relatos su forma de describir la locura. Tal vez opte por describir al loco del barrio, quien vestido de referí corre de esquina a esquina haciendo sonar un silbato.
Vulgarmente se suele entender a la locura como “todo aquello que se encuentra por fuera de lo común y esperable”. Esto le permite al ciudadano promedio depositar en la figura del loco todo aquello que considera desviado de la norma.
Pero pensando la locura de esta manera surge un interrogante ¿Es solo loco aquel que corre vestido de referí por la calle? Claramente podemos comenzar a darnos cuenta que no. Con esta definición, la locura comenzaría a ser funcional al mantenimiento de la moral y las buenas costumbres de una sociedad. Loco sería todo aquel que fuera en contra de esta moral, como un profesor enseñando temas novedosos, líderes que proponen cambios, minorías raciales, religiosas o sexuales que exigen igualdad de derechos, etc.
Siguiendo esta línea, la otra cara de la locura sería “la razón”. La razón, entendida como “
acto de discurrir el entendimiento”, sería el representante de la realidad, y todo lo que por fuera de ésta se encuentra podría ser considerado una locura. Pero ¿Qué es la realidad?
La mayoría de las escuelas de psicología coinciden en definir a la realidad como una construcción. Esto quiere decir que la realidad que entendemos es la que podemos traducir a través del lenguaje. No existe el “árbol” como fenómeno real sino que al percibirlo no podemos evitar significarlo con la palabra “árbol”. De la misma manera, cada fenómeno de la realidad está significado con palabras y estas palabras contienen un sentido para entenderla. Entonces, para la psicología, “el loco” sería aquella persona que no posee determinados significantes para construir ciertas cuestiones de la realidad. Pero no cualquier cuestión. No posee un significante que le permita entender la forma de relacionarse con los otros dentro de la cultura donde está inmerso y cómo se relacionan todos los significantes entre sí. Como consecuencia de esta falta, el psicótico percibe como alucinatorias algunas funciones psíquicas que las personas consideran normales. Por ejemplo, se podría decir que “la voz” que escuchan algunos esquizofrénicos no sería muy distinta a la voz que escuchamos en nuestra cabeza cuando reflexionamos. Solo que para el primero, esa voz se le presenta como ajena e intrusa a su persona.
Si entendemos a la realidad como una construcción, debe ser entendida como un proceso activo de crecimiento y descubrimiento. Siempre pueden aparecer nuevas formas de significarla. El problema radica cuando ciertos dogmas, sean religiosos o científicos, vuelven rígidas algunas definiciones sirviéndose de la locura como forma de explicar el pensamiento disímil. La historia de la humanidad fue testigo del cruel trato que recibieron ciertos grupos de personas por pensar de manera diferente.
El loco como concepto vulgar y la locura como concepto psicopatológico son cosas muy diferentes, pero ambos tienen algo en común, el miedo… miedo de la gente a lo desconocido.

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