Goya y la razón

Francisco de Goya es un enigma en permanente metamorfosis. En la historia del arte pocas personalidades result

an tan oscuras como la del genial artista nacido en 1746 en Fuendetodos. Inquieto, prolífico e inclasificable. Goya fue pintor de la corte y pintor del pueblo. Sus temas abarcan desde lo realista hasta la sátira, lo religioso y lo místico. Fue autor de la belleza y del erotismo de La Maja desnuda y del rotundo espanto de Los fusilamientos del 3 de Mayo. Fue pintor al óleo, al fresco, dibujante y grabador.
Vivió la mitad de su vida durante el Siglo de las Luces, donde la finalidad del pensamiento era disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. En este contexto publica en 1799 Los caprichos, una serie de 80 grabados que mediante el ridículo, la extravagancia y la fantasía, ironizaba y criticaba los traspiés y excesos de la sociedad española de su época. Goya se limitó a mostrar escenas tenebrosas, aparentemente cotidianas, ideadas en escenarios extraños e irreales. Prácticamente en la primera mitad presentó sus grabados más realistas y satíricos criticando el comportamiento de los seres humanos desde el cuerpo prismático de la razón. En la segunda parte muestra grabados fantásticos donde abandonó el punto de vista racional y siguiendo la lógica del absurdo pintó visiones delirantes con seres extraños, donde el hombre y la sociedad se perdían en las transformaciones de la locura.
        En el Capricho Nº 43 El sueño de la razón produce monstruos, la leyenda en la parte frontal

donde se apoya el personaje nos muestra como, vencido por el sueño, una vez apagado el mundo de las luces, el hombre entra en el mundo de los monstruos.
        Es común que se analice la obra de Goya desde el quiebre que produce en su vida su enfermedad y la consecuente reclusión en la Quinta del Sordo. Durante su aislamiento entre 1819 y 1823, el artista produce las llamadas Pinturas Negras, en ellas se respira una atmósfera donde la fantasía, la brujería, lo terrible y la crueldad, a través de animales con las fauces abiertas, personajes extasiados con los ojos desorbitados, sus rostros caricaturizados y grotescos, hacen de ellas una representación del mundo cerrado a cualquier ilusión. En Saturno devorando a un hijo, el cuerpo mutilado, la iluminación de claroscuro, junto con las piernas del dios sumidas a partir de las rodillas en la negrura de un vacío inmaterial, ponen en evidencia el clima general de estas 14 obras donde los escenarios que se construyen son tanto contemporáneos, como históricos y mitológicos.
    Podríamos pensar que sumado a las consecuencias que habría generado el encierro en las decisiones narrativas del artista, el panorama del agitado clima político en la posguerra española y los albores de una modernidad desestabilizante que sumergían al individuo en una encrucijada histórica, pueden dar como resultado esta nueva expresividad. Las interpretaciones posibles son infinitas, los datos muy pocos; sin embargo podemos concluir que sus preocupaciones en torno a las alucinaciones, los miedos y la irracionalidad, se mantienen a lo largo de toda su obra.

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