Versos en el margen

El que se suicida
Dejo ese Universo vivo alegre y triste y con
Enfermedades y carencias. Dejo la luz brillando.
Dejo afuera ese pájaro cantor. Llevo el infierno latente
Más que el mismo Dante. Seré la nada en persona, Seré
El fin de mi fin y enterraré las catedrales y los campanarios.
Y el cementerio será mi razón de ser, sumergida en el
Fantasma del desdén.

Liliana N’haux

Mujer Solitaria
Tú corazón es un infierno sola en tu soledad
El espejo oscuro se quiebra y la criatura vela
Escondida sin nombre. Allí va el Carroussel
Con el caballo de juguete y tu inocencia perdida.
Y ese tren imaginario para evadirte de tus sueños
Y tu realidad. Esos sueños que quedaron sepultados hace
Mucho tiempo atrás. Apaga el agua de tu hoguera y
Llora llora lentamente porque pronto estarás allí inmolada
Pero aún así todo tu corazón fiel latirá.

Liliana N’haux

Tal vez esté enloqueciendo. Porque lo deseo, lo deseo tanto como la muerte. Cierro los ojos y sueño la locura. Un estar para siempre con los fantasmas amados, llámese paraíso, vientre materno, o lo que el demonio quiera (…) Allí, una niña llamada Alejandra, aprendería a sonreír con menos amargura...”
Alejandra Pizarnik



El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz, ¿en donde estoy? Estoy en un jardín...
Hay un jardín...”.
Alejandra Pizarnik

Liliana N’haux atravesó un periodo de protagonismo público siendo modelo, tenía 18 años. A los 23, consiguió un puesto en Aerolíneas Argentinas como azafata. Y a partir de aquí, su vida atravesó un infierno mental surcado por una psicosis aguda que se inició con varios intentos fallidos de suicidio.
Desde 1988, Liliana N’haux estuvo internada en distintos hospicios psiquiátricos hasta que fallece en 2002. Pero previamente, N’haux encontró su remisión mediante la escritura, y estando a las orillas de la marginalidad, se reinventó como poeta.
Sus poesías deben leerse como las confidencias de una mujer socialmente “loca”, pero que supo construir una nueva subjetividad, no sólo para denunciar la psiquiatría mal aplicada, sino para encontrarse ella en un nuevo espacio.
Por su parte, la vida y la poesía, en Alejandra Pizarnik, eran una misma cosa y, en esa forma de delirio poético actualiza siempre un rasgo de locura en sus letras. Ciertos elementos vitales y mortales se fundan para organizar un refugio concreto en ella. Pizarnik era poesía, y vida, y literatura, “ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo”.
No es difícil vislumbrar desde sus primeros escritos algunos rasgos sutiles de locura, más evidentes hacia el final.
Pizarnik deseaba una locura que la sacara de la realidad, que le permitiera vivir en el paraíso creado por su imaginación y su poética. Quizás, hasta se reconozca un estado de placer en la permanencia de ese estado de locura, lo cual significa habitar un territorio literario propio que no se entorpece con la realidad.

En una, la locura era un devenir intolerable, un estado que no debió llegar pero se avecinó sin vergüenza ni cobardía; en la otra, la locura era una esperanza a donde había que llegar, tanto la locura como la muerte se aproximarían y nada haría para evitarlas, sino simplemente abandonarse a sus pies.

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