Múltiplos de cinco

Me despierto una mañana, es tan tarde, tengo que estudiar. Trato de explicarle a mi marido y a sus denodados esfuerzos en ponerme vertical, que no es que me quedé retozando más de lo debido, que no se preocupe, estoy en control de la situación.
Verás, le aclaro, es que las horas venían siendo múltiplos de cinco, por lo tanto no había nada de malo en dormir un rato más, de hecho no estaba durmiendo, estaba realizando tareas perfectamente multiplexadas con otras; y calculando que las horas, las que marca el radio reloj despertador junto a la cama (que en realidad no es un radio despertador sino una especie de tablero visualizador de funciones) eran múltiplos de cinco, por lo tanto, entendés? Las horas…
De repente me escucho, la sarta de incoherencias que estoy balbuceando. Todo eso parecía perfectamente lógico hacía tan solo un minuto, un suspiro, una sombra en los ojos, un impulso eléctrico a otro lado, un milímetro detrás de la línea, del pequeño sobresalto que separa la vigilia de los sueños.
***
Pienso a la locura. Veamos, la locura. Para empezar uno hace lo que cualquier mortal realiza antes de cualquier tarea titánica u ordinaria de la vida: mira que tiene que decir Wikipedia al respecto.
Una explicación muy seria, a qué se llamó locura a lo largo de la historia, cómo se llegó a patrones más universales cuando la medicina fue avanzando. Asiento con la cabeza, es muy cierto, razonable, interesante, la nosología.
Pero entonces oigo por ahí, saliendo de la chillona tele del vecino, algo relacionado con el “loco” DiPalma. Ojeo al pasquín de turno con un titular que reza “La locura de los celulares”. En el noticiero, el periodista casi eufórico: “Loco al volante mata a tres personas”. La señora en el supermercado chino, arrebujándose en su mañanita con cara de circunstancia, dispara que el precio de los tomates es una locura. La vedette, risueña, confesando que ha hecho locuras por amor, mientras alguien comenta a sus espaldas, que “esta loca tiene más noches que la luna”…

Entonces repienso a la locura, que parece ser usada y abusada, que parece apoderarse de cualquier persona o evento que se salga de lo normal, lo “normal”. Ahí está la madre del borrego, y sospecho que ahí está la madre de todos los borregos. Todo siempre se reduce a lo mismo. ¿Qué es lo “normal” y qué no?.
Como planteó brillantemente un gran e ilustre loco, todo es relativo. Otro sabio demente rezaba que él estaba al derecho, dados vuelta estaban los otros.
Parece ser, entonces, que todo es cuestión del sistema de coordenadas donde estemos viajando. ¿Me muevo yo, arriba del colectivo, o es la calle que corre frenética?
Y puede haber muchos sistemas de coordenadas, tantos como almas en el mundo, aunque, claro está, algunos mucho más populosos que otros, lo que nos lleva a más de lo mismo.
Mayorías, minorías, humanos que no entienden y que están aterrorizados de otras realidades que no sean las propias.
Y puedo sentir la anticipada crispación del psiquiatra al que le lleguen estas palabras. Si, está bien, doc., hay una manera científica de determinar ciertas enfermedades y lo acepto.
Pero estas conclusiones ¿no son producto de estructuras que alguien armó, para poder comprender desde su pedacito de volumen en el universo, las cosas que veía y cómo las veía?
El bien, el mal, el qué dirán. La belleza de un reloj desangrándose en el desierto, la acuciante furia del proteccionismo que lleva a un genocidio, la urgencia de un enamorado que empeña su vida para comprar regalos, la inamovible decisión de viajar del que clava una y otra vez la jeringa. Las cirugías salvajes tras la belleza, la velocidad, quereme así, piantado. La pasmosa crueldad del que toma una vida, la compañera de colegio que grita canciones en los pasillos, la ceguera del que manda a pibitos a morir por causas perdidas, la sonrisa desdentada del olvido en un pabellón del Borda.
Y entonces pienso y repienso a la locura. Cómo hablar de algo que está en todos lados, y en ningún lugar. Como abordar lo inabordable sin sentir el reproche de estar descuidando un aspecto, un costado, una arista, un sucio y pequeño doblez.
No me resulta posible. ¿O acaso no estamos todos a un despertar de la locura? Porque todo parecía tan lógico hasta recién, verán, las horas… todas múltiplos de cinco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una exquisitez...