¿Qué gusto tiene la sal?

Por Sebastián Kargdorian

(La siguiente nota ha sido modificada para su publicación web. Para leerla completa, adquirí la edición impresa de PostaData en sus puntos de venta.)


Imagine que está viendo un Dibujo animado clásico. Éste trata de una Princesa agradable, simpática y ensoñadora que gusta de pasear por los bosques de su reino a la espera de un Príncipe que llegue en corcel para amarse mutuamente hasta el fin de sus días. También trata de un Conde tenebroso, malvado y caprichoso, que ansía con desposar a dicha Princesa. Ella, por supuesto, se niega. Tal es la maldad de este Conde, que decide secuestrarla usando artimañas mágicas y encerrándola en los calabozos de su Castillo hasta el momento en que ella acceda a casarse con él.
Ahora bien, seguramente usted ha imaginado una Princesa delgada, alta, de pequeña cintura, busto firme y casi con seguridad, rubia y de ojos claros. En fin, una Princesa «bella». ¿Y el Conde? Muy probablemente lo ha imaginado extremadamente gordo o extremadamente flaco, calvo o de pocos pelos canos, de nariz ganchuda y con verrugas, tal vez con alguna cicatriz, muy petizo o innaturalmente alto, baboso y de aspecto un tanto desaliñado. En fin, un Conde «feo».
Este recurso lo podemos observar hasta el hartazgo en la mayoría de los dibujos para niños (que suelen ser adaptaciones de cuentos clásicos) en los cuales se termina asociando lo bello con lo bueno, y lo feo con lo malo; como si verdaderamente existiese una relación natural entre la Moral y la Estética de una persona sea cual fuere. Ésta relación no se muestra en ningún otro lugar de manera tan obvia y exagerada como en éstos relatos infantiles animados, tan a la vista que pasa desapercibida.
Es bien sabido que lo que concebimos como «bello» no es más que una construcción socio-cultural y que varía de época en época, y de cultura en cultura. Lo macabro es que, en forma paralela e inseparable, al mismo tiempo se construye la concepción de lo «feo» y ambos se convierten en opuestos insalvables. Los relatos infantiles animados dan cuenta de ello, replicando y reproduciendo el arquetipo Estético vigente y asociándolo a un modelo Ético un tanto extraño: los personajes «buenos» son necesariamente «lindos», y los «malos» son necesariamente «feos»

1 comentario:

Anónimo dijo...

En realidad me quedé pensanado despues de leer tu nota, cuantas veces habia llevado a mis hijos a ver tanta idiotez! o cuantas noches les habia leido los cuentos tradicionales sin darme cuenta de que estaba contribuyendo a la formacion de ideas asociadas tal como lo planteas en tu análisis.
Sería bueno tener varias Sebastianes al alcance de cada libro para que a una se le abran un poco mas los ojos.
Muy bueno Cris Pass