Polleras de novela

Por Emiliano Cosenza

La aparición de Los siete locos en 1929 convirtió la idea de separación y divorcio con Carmen Antinucci en una decisión tomada. Arlt arrancó la primera página de uno de los ejemplares y se lo entregó a su mujer para que lo leyera. Carmen, que sabía de los amoríos de Arlt, se detuvo en la primera librería que encontró y compró un ejemplar; de inmediato se enteró que aquella novela estaba dedicada a Maruja Romero. En medio del escándalo decidieron la separación. Carmen se mudó a Córdoba con Mirta y Arlt se quedó en Buenos Aires, deambulando de pensión en pensión, de barrio en barrio.

En alguna de esas habitaciones funestas, Arlt le escribió a su hermana Lila: “Estoy en un momento de mi vida en que tendré dinero y tengo experiencia para ensayar otra vida. Si ese ensayo fracasa, tengo energías, talento y fuerza para separarme de lo que no me conviene. Pero ahora sé que lo que no me conviene es esa mujer. Pensá que yo puedo ser Erdosain, pensá que ese dolor no se inventa ni es literatura, ese dolor es el que he llevado al lado de esa mujer en ocho años de condenación”.

Durante unos años, Arlt ensayó esa nueva vida sin las torturas de Carmen. Y si bien la separación parecía definitiva, en 1933 Arlt le dedica a ella los relatos reunidos en El jorobadito. Dice la dedicatoria: “Me hubiera gustado ofrecerte una novela amable como una nube sonrosada, pero quizás nunca escribiré obra semejante. De allí que te dedico este libro, trabajado por calles oscuras y parajes taciturnos, en contacto con gente terrestre, triste y somnolienta. Te ruego lo recibas como una prueba grande del amor que te tengo”. Al respecto, Sylvia Saítta —en su biografía de Roberto Arlt, El escritor en el bosque de ladrillos— señala: “La dedicatoria no hace sino tornar ambigua la intención pues Arlt no sólo no le ofrece ‘una novela amable como una nube sonrosada’ sino que le dedica uno de los libros más violentos y agresivos hacia la mujer”.

Parte de la vida de Roberto Arlt sigue viva en sus ficciones. Sus mujeres y la relación que tenía con ellas están eternizadas en dos novelas: Los siete locos y El amor brujo. La primera parece haber sido escrita como redención a las torturas de Carmen y la segunda está íntegramente dedicada al amor que nunca tuvo: Maruja Romero o Irene Loayza, en la novela.
Su segunda esposa, Elizabeth Mary Shine, quedó afuera de las ficciones, incluso Arlt le prohibió que leyera su obra porque trataban de otro amor y decía que eso podía entristecerla. “Respeté su deseo mientras vivió —cuenta Elizabeth—, pero a la muerte leí todos sus libros. Me parecieron excelentes, y en vez de tristeza, siempre me trajeron la alegría de haberlo tenido, aunque sea, por unos años de mi vida”..

(Para leer esta nota completa adquirí la edición impresa de PostaData en sus puntos de venta).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por mi bien, espero que todos los escritores no sean igual de propensos a los despelotes amorosos.
Lady PLod

Un mundo de madres dijo...

¡Qué buena nota, Emi!
Que inteligente fue su última mujer y que loco es, a veces, el amor.
Besotes, Pauli