Educación con-fronteras

Por Cristina Passarelli

“Jamás acepté que la práctica educativa debería limitarse sólo a la lectura de la palabra, a la lectura del texto, sino que debería incluir la lectura del contexto, la lectura del mundo.”

(Paulo Freire)

Qué acostumbrados estamos a ponerle rótulos a las cosas, y a situaciones de la vida.

Nuestra mente está tan clasificada y estructurada, que si no encasillamos en éstas, a las personas, pareciera que las mismas no son reconocidas como tal. En estos últimos tiempos, una gran oleada de gente de distintos lugares de Latinoamérica se ha ido instalando entre nosotros y han tratado de mezclarse. Entre ellas encontramos a los niños (de origen boliviano, peruano y paraguayo, entre tantos otros).

La escuela les ha abierto sus puertas tratando de brindarles la oportunidad de crecer y aprender nuestra cultura.

Ahora bien, ¿dónde dice que a estos niños les interese saber acerca de los símbolos patrios, o recitar la oración a la bandera cuando comienza el día?
Si apenas podemos los docentes, sostener la motivación de los alumnos argentinos, con respecto al respeto de nuestros antepasados y el reconocimiento de nuestra propia historia; ¿cómo hacerlo entonces en aquellos niños que no comparten nuestro pasado?
¿Por qué ha de importarles a los bolivianos, desarraigados de su tierra sin consulta previa? Alguien se pregunta: ¿qué es lo que les importa saber o conocer? ¿No creen, que tienen ya bastante con el desconocimiento de nuestra lengua, la nostalgia de sus olores, y las costumbres sociales tan diferentes de las nuestras?
Sus tiempos son muy distintos...

Un niño boliviano, peruano o de cualquier otra nacionalidad, es discriminado y se discrimina así mismo. Es discriminado por sus compañeros, ya que habrá quienes, se esfuercen por ayudarlos, pero la gran mayoría se esfuerza por aislarlos y, si pueden, por agredirlos.
Un niño que no entiende, es un niño que no puede integrarse ni integrar a otro.

Ante la incomprensión e intolerancia, surge la inquietud de tratar de comprender, una convivencia impuesta, (los niños son bastante crueles a la hora de integrar).
¿Cuales son las herramientas que tiene la escuela para salvar estas situaciones realmente agresivas y permanentes?

La gran mayoría de las personas copiamos modelos, y los niños no son la excepción.

¿Cómo puede la maestra acercarse a ellos, cuando las mismas palabras significan, para ambos, diferentes cosas? ¿De qué manera todo el amor que la maestra da todos los días a través de muchas situaciones, puede convertirse para esos niños recién llegados, en algo provechoso?

¿Cómo se puede trabajar en conjunto con la comunidad (como dicen nuestros programas de educación), si la propia familia dedica horas enteras para ganarse el pan de cada día y subsistir hacinados y agradeciendo al patrón por haberles dado casa y comida a cambio de migajas?
¿Hasta qué punto, la madre o el padre, puede ayudar a sus hijos si en la mayoría de los casos también desconocen nuestra lengua?

Es fácil abrir la puerta para dejar ver que somos “integradores de cultura”, lo difícil es sostener programas apropiados que conduzcan al desarrollo personal de estos alumnos. Sería bueno encontrar políticas educativas y sociales que se interesen por crear una verdadera escuela integradora.

Personalmente sigo creyendo que todo se puede cuando se quiere, pero no siempre sabemos o podemos hacerlo, sobre todo si somos unos pocos y no contamos con los tiempos necesarios para trabajar en particular con cada una de estas diversidades; sin contar que tampoco conocemos sus costumbres, más, que por lo que la experiencia nos deja.

Estos niños, a lo mejor estén de paso, a lo mejor constituyan nuestro futuro, entonces me pregunto, ¿qué estamos haciendo para cambiar y proyectar nuevas mentes creativas?

Deberíamos aprovechar lo bueno y positivo de cada cultura, para construir juntos un mañana superador de conflictos sociales y discriminación innecesaria. Si nuestros representantes, aquellos que tienen hoy la responsabilidad de formar un modelo de país mejor, pusieran el acento en analizar las diferencias, superaríamos ampliamente modelos de vida mediocres y fracasados, y, por supuesto, nuestros niños latinoamericanos encontrarían la forma de convivir en una Argentina pacifica y contenedora, que les provea de insumos sociales y culturales para el progreso de todos.

3 comentarios:

M@bel_es_azul dijo...

A nuestros representantes no les interesa lo que diceesta nota. Lamentable.

Postadata dijo...

Cierto, pero por suerte hay personas a las que sí les interesa, y eso vale mucho. Gracias por pasar!
Sole.-

Anónimo dijo...

Duele el planteo de tu exposicion. La division politica solo esta en los mapas, la verdadera division es sociocultural, y no se llama Argentina, Bolivia, etc. La diversidad esta en nuestra especie humana, y mientras la educacion sea funcional a los modelos mercantilistas a los que "hay que integrarse" es claro que muchos quedaran afuera, y el projimo siempre sera una competencia, o una amenaza.Saludos