Cúanto darías por La Razón

Se los empieza a ver antes de las siete de la tarde, mezclados entre los miles que van y vienen por la terminal Retiro. Deben tener menos de 15 o 16 años, pero sus caras revelan que fueron criados por la calle, que crecieron de golpe. La multitud se mueve en forma de bloque, si se la pudiera ver desde arriba recordaría a una mancha de petróleo sobre el mar. Y ellos están en medio de esa mancha, con un puñado de ejemplares de La Razón dormidos sobre el antebrazo izquierdo, entre los que se desesperan por un lugar en el subte Línea C o en alguna de las tres líneas de trenes. Simulan que no los ven, pero ellos saben llamar la atención a los gritos: “¡La Razón a voluntad!”


Todas las voluntades son distintas, pero hacia la noche estos chicos habrán juntado suficiente voluntad para sobrevivir y para regresar a la tarde siguiente con una nueva edición del diario, que en realidad se distribuye gratuitamente desde 1994 en los principales núcleos del transporte metropolitano, entre las cuatro y las seis de la tarde. Según un informe preparado en 2006 por la central de medios Brand Conection, La Razón es el único diario de Buenos Aires que tiene más lectores que cantidad de ejemplares editados. Se estima que cada uno es leído en promedio por dos o tres personas. Quizá por pura intuición, los repartidores de La Razón a voluntad encontraron en este fenómeno una oportunidad comercial. La fórmula parece simple: la tirada diaria es inyectada en trenes y subtes, y cada ejemplar es entregado en forma gratuita a un lector. Pero muy pocos lectores se lo llevan, muchos terminan en el tacho de basura de alguna estación o simplemente son abandonados. Una picardía, si se piensa que aún quedan varias horas pico de pasajeros, es decir, de potenciales lectores.

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