Apuntes sobre la línea de fuego

Entre los muros es más que un registro fílmico de un recortado escenario de crisis socio- educacional acotado a cierto sitio de la Francia actual. Entre los muros suena y se ve a experimentación, a prueba de laboratorio en un espacio transgenérico, entre documental y ficción, sobre la huella de un guión surgido d
e la propia experiencia vivida por quien ejecuta uno de los roles protagónicos en el filme. Se trata de François Bégaudeau, que interpreta al profesor de lengua francesa, uno de quienes apuestan a experimentar encerrado entre los muros de un aula. Sitio espacial y discursivo claustrofóbico, demasiado pequeño para tan expansivo choque de subjetividades. Las tomas transcurren en interiores de escuela ensamblados en largas secuencias de cuadros comprimidos, en planos medios, y ping pong de primeros planos. El movimiento fílmico hace foco en las partes del cuerpo más móviles y activas en un escenario áulico, los rostros y torsos de alumnos detrás de los bancos. Roces y enfrentamientos entre las tantas etnias que configuran el amplio y difícilmente conciliable conglomerado poblacional de algún suburbio parisino. Encuentros entre las diferenciales cosmovisiones, de quienes detentan el poder que otorga el saber disputado en las aulas, y quienes, del otro lado del muro, de ese más numeroso de la clase, se resisten a creer que indefectiblemente ese saber es poder.

Pero además no se trata tan sólo de subjetividades y posicionamientos generacionales y de poder en pugna, sino de una mirada, traducida en un enunciador cinematográfico que en ningún momento toma parte en las pequeñas grandes luchas en la arena realista-ficcional. Un ojo objetivo se limita a moverse con los nerviosos movimientos y sonidos propios del convulsionado ambiente de un aula, sin ninguna música incidental, sólo los ritmos de roces en constante estado de ebullición. Un profesor busca en contrapartida que la atención en los temas de la lengua, en sus formas y gramáticas ortodoxas no decaigan. Aplicaciones teóricas anquilosadas ante un colectivo de alumnos que no encuentra razones para conocer las diferencias entre el pretérito imperfecto del indicativo y el del subjuntivo, cuando ya ni sus abuelas usan éste último extraño modo verbal para comunicarse. Los chicos no parecen interesados en cuestionarse algún futuro conjugando el “si yo supiera”, porque para ellos se desdibuja la segunda parte que completaría la proposición, el lugar de un potencial desarrollo tras la conquista del saber.

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